Este artículo aborda, en primer lugar y de manera general, el proceso de enfrentamiento paulatino entre el islam tradicional africano, en especial las cofradías sufíes, y las corrientes salafistas, asentadas desde hace un tiempo en el continente. A través del caso crónico de Somalia, se insiste en el hecho de que junto con las diferencias doctrinales cabe destacar que los factores sociales, económicos y culturales han contribuido a agravar las tensiones. Estas, no obstante, han estallado incluso en el seno de las formaciones adscritas al islam político, de origen en muchos casos wahhabí, debido ora a condicionantes geoestratégicos ora al turbulento debate en torno a la conveniencia de incorporarse a los procesos de reforma y reconciliación nacionales. Asimismo, y de forma que recuerda antecedentes varios en países como Argelia o Afganistán, la polémica se centra en la estrategia a seguir para combatir a los dirigentes locales tachados de corruptos o de relacionarse con las potencias regionales e internacionales implicadas en el conflicto. Así pues, la somalización extrema ha alcanzado también a los movimientos islamistas africanos, como se demuestra en la fragmentación actual del islamismo en buena parte del continente.
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