En el tercer milenio, en medio de una conciencia generalizada de crisis como resultado de los espectaculares cambios habidos en las dinámicas sociales, en las formas de relacionarse, en los perfiles de las ideologías y hasta en la disposición del hecho religioso, no es extraño que se asuma la vivencia de vacío abierto y lábil. Se han disociado las grandes "certezas" que han dirigido el desarrollo de la humanidad durante los últimos siglos -"la verdad os hará libres" se está transformando en "la libertad os hará la verdad"-, se han disipado los límites y las referencias guía. Son las dinámicas emergentes, encriptadas y por lo general confusas las que vienen a ocupar ese vacío imponiendo sus propios códigos y reglas. Dinámicas que pueden generar desarrollo personal y scial, o, por el contrario, propiciar sufrimiento y vacío existencial.
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