¿Quién no ha utilizado alguna vez la expresión estoy deprimido o angustiado? Estos dos términos son hijos de nuestra era, frecuentemente utilizados y pocas veces con precisión. En el lenguaje coloquial suele remitir a emociones que todos experimentamos y que no suponen un trastorno. Pero, ¡qué convierte la ansiedad o la tristeza en patología? ¿Qué conformaría un trastorno de ansiedad o un trastorno depresivo propiamente dicho? ¿Cuándo es necesario comenzar un tratamiento? ¿Qué atención ofrece el sistema público de salud a estos enfermos? ¿Es este el adecuado? A lo largo de este artículo iremos reflexionando sobre estas cuestiones.
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