La adolescencia es un periodo crítico de la vida para el desarrollo de depresión. Durante este periodo la prevalencia de adolescentes que sufren trastornos depresivos aumenta considerablemente, debido a múltiples factores biológicos, sociales y psicológicos. Además entre los 14 y 18 años emergen importantes diferencias de género en depresión, de forma que al final de este periodo las tasas de depresión en las chicas llegan a doblar las observadas en los chicos (Hankin et al., 1998). Estas diferencias tenderán a mantenerse a lo largo del ciclo vital. De este modo las estadísticas indican que en la vida adulta las mujeres experimentan el Trastorno Depresivo Mayor dos veces más que los hombres, siendo las diferencias aún mayores para el Trastorno Distímico.
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