El gobierno de Ramón García de León y Pizarro en Guayaquil mereció los elogios de la Corona y más tarde de la investigación histórica. Sin embargo, algunos de sus actos podrían ser cuestionados por su dudosa ética y moralidad. Las amenazas, sobornos, medidas de presión, favoritismos, etc. formaron parte de su práctica política en beneficio propio y el de su clan. Este artículo analiza algunos de esos comportamientos irregulares en el contexto del debate sobre la corrupción de la burocracia colonial.
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