Al administrar a su secretaria unas gotas nasales de un nuevo anticongestivo, un derivado de la nafazolina (clonidina), un médico observó que dichas gotas no sólo descongestionaban la nariz de la paciente, sino que provocaban además una caída importante de la tensión arterial. Se descubrieron así accidentalmente los efectos antihipertensores de una nueva molécula con mecanismos de acción totalmente nuevos y se entró en la era de los hipotensores centrales.
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