Se estudia en el presente artículo cómo los embarcaderos de madera iban languideciendo a partir de mediados del siglo XIX, aquejados especialmente por los ataques de invertebrados. Pronto, en los embarcaderos británicos, la madera iba a ser sustituida por el hierro, en la versión de dos nuevos materiales, la fundición y el hierro forjado.
La fundición poseía una gran resistencia a la compresión, aunque poca a la tracción y a la flexión. Tampoco permitía la soldabilidad, pero presentaba un comportamiento magnífico frente a la corrosión, siendo muy utilizada para pilares en los nuevos embarcaderos. El hierro forjado presentaba menor resistencia a la corrosión pero, en cambio, ofrecía altas prestaciones a tracción y flexión, lo que lo hacía muy valioso para su colocación en vigas y forjados en los muelles. De la combinación de ambos materiales resultó el gran éxito habido en la construcción de puentes y embarcaderos metálicos, a partir de 1850.
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