Europa aún no sabe con exactitud quién es. Algo tan evidente visto desde Washington, Moscú, Pekín, El Cairo o Ciudad del Cabo, no lo es tanto visto desde Londres, Berlín, París, Madrid o incluso Bruselas. Por cierto, ¿dónde están sus límites? La historia, la geografía, la cultura, la lengua, la religión: no hay nada que permita acotar, cada uno tiene su definición. En su último libro, Continuar la historia, Hubert Védrine agita a europeos y norteamericanos, a unos por su pusilanimidad, a otros por su arrogancia. Occidente necesita realismo en un mundo cada vez menos occidental.
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