Los grandes medios de comunicación dominantes - sobre todo los principales canales de televisión y las emisoras de radio de mayor audiencia - han sabido darle dimensiones monstruosas al universal deseo de estupidez que dormita incluso en el fondo del intelectual más elitista. Este fenómeno - esa guerra mediática a favor de la vulgaridad, del embrutecimiento colectivo y contra el espíritu - es capaz de destruir una sociedad y de hacer irrisorio cualquier esfuerzo político. ¿Cómo resistirse a semejante tentativa de descerebrar a los ciudadanos?
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