Este ensayo busca hacer tambalear una vez más el corpus conceptual y �las maneras de ver� de la historia del arte enfrentándola al caso espléndido del Bordo de Xochiaca, el enorme vertedero de basura en el lado occidental de la Ciudad de México a donde, además, llegan aguas negras. Así, en tanto que historiadora del arte, he declarado al Bordo de Xochiaca la naturaleza muerta-instalación más grande imaginable en mi ciudad, ya que está hecha, día con día, por todos los que vivimos en ella. Al llevar a cabo esta especie de decreto conceptual y estético, surge una epistemología en la cual la naturaleza muerta se enriquece en tanto que género pictórico antiquísimo. Se convierte, por así decir, en una instalación que provoca una especie de correspondencia, una transubstanciación de las artes y de las realidades visual-espaciales urbanas, mas también juega un papel de doble resistencia, es decir, amar la reintegración de niveles diversos de la vida y crear una estética en incesante movimiento. Otra dimensión que aborda este ensayo es la inclusión crítica que hacen algunos artistas mexicanos e internacionales de la basura en sus obras.
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