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Religión, Just War and Liberalism

  • Autores: Christopher J. Eberle
  • Localización: Scio, ISSN 1887-9853, Nº. 6, 2010, págs. 13-30
  • Idioma: español
  • Enlaces
  • Resumen
    • español

      Las últimas décadas han presenciado una discusión vibrante acerca del papel político adecuado de la religión en las democracias liberales y pluralistas. Una parte importante de esa discusión ha sido una disputa sobre el rol que las razones religiosas y seculares pueden desempeñar en la justificación de la coacción estatal. Muchos teóricos políticos han refrendado una interpretación restrictiva de ese papel. Esta visión restrictiva incluye las siguientes dos reivindicaciones: (1) que las razones religiosas no pueden jugar un rol decisivo a la hora de justificar la coacción estatal y (2) que los ciudadanos y los funcionarios públicos en un sistema de gobierno liberal no deberían aprobar la coacción estatal que exige un apoyo religioso decisivo. Dudo de que haya razones de peso para aceptar restricciones generales de esta clase. Por supuesto, no niego que diversas restricciones delimiten el papel justificativo de las razones religiosas. Más bien soy escéptico con respecto a las restricciones que se aplican a las razones religiosas como clase, a todas y cada una de las consideraciones religiosas y a las razones religiosas como tal. Además, creo que existe una alternativa moralmente más satisfactoria a la visión restrictiva clásica: una alternativa conseguida gracias a lo que he denominado un ideal de compromiso serio.

    • English

      The last several decades have witnessed a vibrant discussion about the proper political role of religion in pluralistic liberal democracies. An important part of that discussion has been a dispute about the role that religious and secular reasons may play in the justification of state coercion. Many political theorists have endorsed a restrictive understanding of that role. This restrictive view includes the following two claims: (1) that religious reasons cannot play a decisive role in justifying state coercion and (2) that citizens and public officials in a liberal polity should not endorse state coercion that requires decisive religious support. I doubt that there are compelling reasons to accept general restrictions of this sort. Of course, I do not deny that various constraints delimit the justificatory role of religious reasons. Rather, I am skeptical of restrictions that apply to religious reasons as a class, to any and all religious considerations, to religious reasons as such. Moreover, I believe that there is a morally more satisfying alternative to the standard, restrictive view -an alternative captured by what I have called an ideal of conscientious engagement.


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