El ozono. Un gas azulado, de intenso olor que se compone sencillamente de tres átomos de oxígeno; algo simple, tan simple, que resulta sorprendente los desastres que puede desencadenar su eliminación: cáncer de piel, huracanes, y lo que probablemente más nos preocupa: aumento del nivel de mares y océanos, con la consiguiente inundación de ciudades costeras y, poco a poco, del mundo entero. Cualquiera diría que la solución es fácil y lógica: crearlo. Pero una gran concentración también acabaría por matarnos. Entonces, ¿qué hacer?
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