La valoración que hicimos tras el fraude electoral en las elecciones de 2008, lamentamos repetirla tres años después y por las mismas razones, ahora agravadas. Nicaragua perdió. Perdieron aún más credibilidad todas sus instituciones. Y lo que es gravísimo: perdió confiabilidad la salida electoral como camino para resolver los conflictos políticos. Perdimos todos, polarizándose y dividiéndose aún más nuestra sociedad, ya dividida por enormes inequidades sociales. Estamos ante un peligroso retroceso.
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