La propuesta de Ortega de una nueva comprensión de los géneros literarios como categorías estéticas, lejos de la preceptiva clásica, admite dos perspectivas (o dos accesos) en su trabajo: La teórica, en su reflexión nuclear de los géneros como temas radicales irreductibles entre sí, que completa luego con el análisis particular de algunos de estos géneros (sobre todo la novela, pero también la lírica, el teatro, la epístola, o el esperpento, la lata, la impertinencia o la náusea, o incluso la vida como proyecto vital). Y la experiencial, con su decisión propia de tomar el ensayo, con la fragmentación de formas de sus artículos, como género para su filosofía, ad usum hispanici, arraigada en su circunstancia: que justifica, también, dentro de su propuesta epistémica para los géneros literarios, porque la filosofía, dice, carece de un género, y es cada filósofo el que se debe hacer con uno.
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