A diferencia las otras grandes naciones europeas, España no ha sido capaz de habilitar un consenso fundamental sobre la educación nacional. Como sugería Ortega, una izquierda que no cree seriamente en la cultura ve en el docente un mero propagandista de la república ideal. La derecha, por su parte, no dispone todavía de un modelo de enseñanza pública y se limita, de facto, identificarse con el concierto educativo. Bajo estas dos disfunciones se ocultan sendas caricaturas filosóficas de la docencia que se intentan aclarar.
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