La enseñanza de una lengua parte, en principio, de la necesidad de comunicar lo propio, lo cercano, las experiencias del día a día. En la clase de infantil este deseo de expresar el mundo que rodea al pequeño se motiva a través de las rutinas y de la asamblea, la expresión de todo aquello en lo que sea protagonista; sus viajes, estados de ánimo, gustos, relaciones familiares, incluso algún conflicto. Todo se verbaliza, ofreciendo por parte del maestro el feedback necesario que refuerce su competencia lingüística.
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