Los seres humanos somos muy brutos y vamos a lo que vamos. Cuando la pasión nos embarga nos ponemos a mil; ya puede venir nuestra pareja bien vestidita y maquetada -o bien vestidito o maquetado-, que si estamos cachondos no habrá pantalón ni camiseta que nos detenga hasta que trinquemos lo que nos pone cardiacos; ya nos pueden entregar un paquete envuelto en papel de colores y un enorme lazo rojo, que si estamos ansiosos, convertiremos en confetti todo aquello que nos separa del interior del regalo; ya nos pueden dar -previo pago- una consola de videojuegos en la tienda, que al llegar a casa nos faltarán manos y dientes para sacar de dentro de la caja nuestro objeto de deseo y pegarle una patada a todo lo demás. A la caja, al papel de regalo y, si se diera el caso, también a nuestra pareja.
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