La multiplicidad de iconos con los que se pretende atraer nuestra atención y poner a prueba nuestra voluntad en las sociedades actuales: iconos de la moda, de la canción, del arte, de la riqueza, del éxito, del poder, de las ideologías, de las profesiones, del ocio y tantos más, han quitado trascendencia a eso más grande a lo que debería conducir la imagen o el signo con que se nos muestran, a lo que buscan representar y a lo que significan. La admiración que saben inspirarnos, la cercanía que produce su simbolismo, y la posibilidad de sopesar el elegirlos como camino para conmover una parte de nuestro interior y de nuestras decisiones, hace que, además de imponerse a nuestra mirada, reclamen adhesión y conformidad.
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