El proceso de construcción europea atraviesa por momentos de debilidad y de incertidumbre. El impulso que supuso la entrada en vigor del Tratado de Lisboa en 2009 se ha visto diluido por la crisis económica actual, que está provocando una fractura en el seno de la Unión Europea. Muchos Estados han comenzado a replegarse pensando solo en sus propios intereses inmediatos y coyunturales, mientras que las instituciones de la Unión, que apenas comenzaban a estrenar sus nuevos poderes, se han visto debilitadas para proponer soluciones factibles e inclusivas frente a la crisis.
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