El nacionalismo en Rusia se desarrolla en diversos registros: es el instrumento por el cual una élite dirigente logra superar, al menos de forma aparente, sus divisiones internas y unificar el espectro político bajo su bandera; se puede también asemejar a una forma renovada de contrato social propulsada por el Estado que intenta aprovecharse de la apelación a elementos del sustrato cultural con capacidad para generar consensos en torno al patriotismo; por último, para una pequeña porción de la población comprometida con los partidos radicales de derechas, el nacionalismo facilita la movilización contra el �otro� en tiempos en los que el descontento social masivo se expresa en términos xenófobos. El nacionalismo es como un conglomerado polifacético que revela la multiplicidad de experiencias sociales y culturales vividas en la Rusia contemporánea. A través de él, quienes fracasaron en las reformas formulan sus críticas y su nostalgia por el pasado, mientras que las élites y las clases medias que se han beneficiado de estos cambios expresan su satisfacción y confianza en que Rusia ganará el juego de la globalización.
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