Algunas residencias aristocráticas (castillos, palacios, masías fortificadas y masías) después de haber sido nacionalizadas en 1949 se transformaron en museos dedicados a la familia real (los castillos de Bran, Peles y Pelisor o el Palacio de Cotroceni), a importantes soberanos y políticos (los palacios de Mogosoaia y Ruginoasa o las fortificaciones de Maldaresti y Curtisoara) o incluso a familias boyardas de antaño (masías de Golesti, Tescani o Urlati). Otros palacios del espacio urbano -importantes monumentos de arquitectura residencial- se destinaron a museos de tipo 'historicon' y de arte, o a casas memoriales (los palacios Cantacuzino y Sutu en Bucarest o el palacio Mihail de Craiova). Todas estas espléndidas construcciones y su acondicionamiento museístico atestiguan no tan sólo el buen gusto de sus fundadores sino que rememoran aquella atmósfera de época, cuando fueron construidas y habitadas.
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