Este escrito se refiere a la conducta del profesor, como docente, juzgada bajo un punto de vista moral. La trascendencia del tema alcanza tanto al terreno de la enseñanza técnica del alumno como, al de su formación moral, ambos fundamentales para el desempeño profesional del médico. Aunque no tiene el propósito de hablar de ella, la enseñanza de la ética no puede desligarse de la ética de la enseñanza; hay pruebas de que en la enseñanza de la ética resulta más importante el currículum oculto que el explícito, y que el alumno responde mejor a lo que observa en las comunidades morales de escuelas y hospitales que a lo que escucha en clases formales de ética o deontología.2 Por eso, aunque el contenido de este escrito no se centra en la docencia directa de la ética médica, está irremediablemente relacionado con el aprendizaje en este terreno.
La responsabilidad docente conlleva el enorme compromiso no sólo de lograr que el alumno adquiera las competencias técnicas planeadas sino de contribuir a su formación global. Aún cuando los contenidos de una determinada asignatura o de un cierto programa educativo no parezcan relacionarse con el comportamiento ético, y aunque el profesor mismo no tenga advertencia plena de ello, todos los docentes juegan un papel fundamental en el desarrollo de la conducta moral de sus alumnos.
El maestro es un instructor pero también un modelo; es docente pero también ejemplo. Si los maestros hicieran conciencia de cuánto influyen en la formación de valores, actitudes e intereses de sus alumnos, probablemente se sentirían abrumados por la gran responsabilidad que ello significa. Esta responsabilidad habría de modular la vida pública del profesor �y aún la privada� e incidir en su comportamiento profesional cotidiano. En medicina, el doble carácter de la mayoría de los profesores -educador y médico- los obliga a ser ejemplares en los dos terrenos y a mantener una permanente correspondencia entre ambos papeles. No se puede predicar en el aula y contradecirse en la práctica sin que el alumno perciba la incongruencia.
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