La figura de José Antonio Griñán, con más de una cuenta pendiente aún, dicen, con Rubalcaba y en puertas de coronarse, en su Congreso regional, como uno de los barones territoriales más poderosos, es de nuevo clave para entender lo que ocurre estos días dentro del PSOE. Y es que, desde hace meses, el secretario general socialista y su equipo viven atrapados en una espiral diabólica con más riesgos que salidas claras. Su forma de hacer oposición no convence a todos en el partido, aunque es casi la única posible. Las encuestas certifican el hundimiento del PP, pero no remontan para el PSOE y hay nervios en la calle Ferraz. Y mientras la derecha jalea los llamamientos a la guerra interna en el partido socialista, los chaconistas, auxiliados por el madrileño Tomás Gómez en plan kamikaze, se mantienen agazapados, a la espera de que llegue su momento.
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