El �derecho de fuga�, como una salida de las condiciones objetivas de explotación, se alimenta de las dinámicas de la comunicación que, en su apertura, dibujan nuevos horizontes y posibilidades de vida, en función del modo de producción de las subjetividades. La interpretación de la movilidad, en un mundo que cada vez la necesita menos por la multiplicidad de formas de conexión, es ahora cada vez más una forma política de expresión de la energía social. Una rebelión que cuestiona con insistencia los sistemas y las estructuras anquilosantes del poder; un modo de resistencia al control y a las condiciones objetivas de vida. Una rebelión que exige que se dibuje una nueva geopolítica desde la autonomía y el empoderamiento, a través de itinerarios no previstos, en busca de los derechos y la visibilidad que sólo conoce desde los márgenes.
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