Ser coordinador de este importante simposio es para mí un honor porque interesado por este tema desde 1977, es hasta ahora cuando con esta investigación conoceremos más objetivamente la situación, a 1996, de la educación médica continua (EMC) en México, y también por que para llevarla a cabo, fue necesaria la participación, a nivel nacional, de muchas personas valiosas. Los académicos Varela, Villalpando y Campillo, así como un servidor, sólo somos los portavoces de muchas voluntades e inteligencias deseosas de colaborar con una averiguación de esta envergadura. Mención especial merecen dos personas, el doctor Roberto Sánchez Ramírez investigador de la Facultad de Medicina de la UNAM y el doctor Javier Rovalo de los laboratorios USV Grossman. A ellos nuestro sincero agradecimiento. También extendemos un amplio reconocimiento a la Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica por su importante y desintresada colaboración.
Hablar de los antecedentes de la EMC en nuestro país es un asunto difícil porque, aunque teóricamente no es razonable pensar en un médico que ejerza con responsabilidad su profesión carente del gusto y la necesidad de estudiar toda su vida, en realidad esta doble cualidad no se cumple ni en todos los casos, ni con la profundidad suficiente. Los médicos y sus agrupaciones siempre han tenido el interés por continuar con actividades prácticas a lo largo de su vida actuante, que les permitieran seguir al tanto de su profesión. De acuerdo con Campillo Serrano, a grandes rasgos podríamos dividir nuestro mundo médico en tres etapas: de 1824, y en especial de 1864,cuando se fundó nuestra Academia, a 1940. De 1940 a 1975, y de dicho año hasta nuestros días.
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