Una biblioteca minúscula, y por supuesto prohibida, funcionó en el infierno de Auschwitz. La impulsó un judío alemán que había recibido el encargo de entretener a un grupo de niños ante una posible visita de la Cruz Roja al campo de concentración. Los nazis nunca supieron de su existencia y su recuerdo ha sobrevivido al paso del tiempo y a la maldad humana gracias a su biblioteca: una niña que entonces tenía 14 años y que también sobrevivió a la tragedia.
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