En Tokio, los escándalos se suceden. A pocos meses de las elecciones legislativas, el jefe de la oposición Ozawa Ichiro está siendo investigado por financiamiento liegal de su partido. El 16 de febrero de 2009, el ministro de Finanzas Nakagawa Soichi, que se había presentado completamente ebrio a la reunión del Grupo de los Veinte (G-20) en Roma, fue obligado a renunciar. Nada más inoportuno en plena discusión sobre un segundo plan de despegue. Mientras tanto, ante un nivel de pobreza récord, la sociedad se moviliza.
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