El anticlericalismo, heredero de antiguas voces de protesta, alcanzó en el siglo XIX su madurez ideológica y enlistó tras sus banderas a personas de muy variada procedencia ideológica, social, cultural y hasta religiosa. Combatió con las más diversas armas, desde el discurso parlamentario al chiste soez, desde el artículo periodístico a la novela, la poesía y la caricatura.
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