El proceso de transición de la educación al trabajo está muy poco estructurado en Estados Unidos comparado con otros países, pero esto no representa un problema mayor en términos de empleo. Es importante tener en cuenta el grado en que discrimina especialmente a ciertos subgrupos de jóvenes y su reducida capacidad para proporcionar cualificaciones adaptadas a futuras demandas. Hay dos formas de afrontar estos problemas. La primera consiste en suponer que el conjunto del proceso está adecuadamente estructurado, pero que hay que intervenir con políticas de apoyo a grupos específicos. El enfoque alternativo sostiene que las actuaciones en el mercado de trabajo juvenil son una forma muy limitada de entender este problema y que se requiere una política macroeconómica menos rígida e intervenciones más profundas en ciudades, familias y centros de enseñanza.
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