El destino de Bashar al-Assad, presidente de Siria, el último país laico del mundo árabe, no sólo depende del sentido en el que se resuelva la grave crisis por la que atraviesa esa nación, sino también, de sus numerosos enemigos en el mundo occidental que, como ya se denuncia en importantes medios de comunicación eurpeos y estadounidenses, están armando fuertemente a una desunida oposición y tratando de dotarla de un nivel de organización del que todavía carece. China y, sobre todo, Rusia, ofrecen una fuerte resistencia a los planes de intervención de Europa y Estados Unidos, tratando de evitar el ya famoso "rediseño del Medio Oriente ampliado", o el efecto de la "geopolítica del gas", dibujado al milímetro en Washington
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