El escenario político que queda diseñado en Brasil a partir de las elecciones de 2002, prevé un futuro lleno de intrincadas negociaciones, ya que a pesar de haber obtenido más del sesenta por ciento de los votos a presidente en el segundo turno, la presencia del Partido de los Trabajadores en el Legislativo y en los go-biernos estaduales y municipales es extremadamente baja. Sin embargo, Lula cuenta con un partido fortalecido, un amplio consenso social y una oposición altamente fragmentada, lo que configura una oportunidad histórica para el capitalismo periférico de demostrar que el desarrollo puede ser compatible con la reducción de las desigualdades.
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