María del Carmen Mínguez García, Miguel San Nicolás del Toro
Los más de mil yacimientos de arte rupestre del arco mediterráneo de la Península Ibérica, declarados desde 1998 Patrimonio Mundial, abarcan una extensión superior a los mil kilómetros de longitud que discurren paralelos a la costa, generando un paisaje unitario y diverso a la vez.
Se trata de un paisaje cultural capaz de refl ejar su evolución desde el año 12 000 a.C. hasta la actualidad. Pero, pese a su gran trascendencia desde el punto de vista cultural, no se ha conseguido consolidar como recurso turístico, por lo menos de una manera homogénea. En este sentido, interesa analizar las causas del desigual trato recibido en su puesta en valor, que depende tanto de aspectos puramente físicos (distancia a núcleos de población, accesibilidad, etc.), como de las variadas formas de gestión (LEADER, 1% cultural, planes municipales, consorcios turísticos, actuaciones de cada una de las regiones implicadas�). Para su conocimiento resulta esencial evaluar los diferentes modelos de gestión llevados a cabo, al considerarlos generadores de una variedad de matices enriquecedores, al tiempo que de ser los responsables de la incapacidad para transmitir la imagen homogénea que el conjunto tiene y que ha sido reconocida en la declaración de la UNESCO.
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