Los pueblos de La Rioja Alta, con paisajes plagados de viñedos y casas de piedra de sillería, esconden entre sus calles numerosos rincones en los que mover el bigote con gusto y acompañar los platillos con buen vino de Rioja. Si antes todos los caminos llevaban a Roma, en La Rioja hoy todos los caminos llevan a una buena mesa.
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