Hace un año, diciembre de 2011, fallecía Kim Jong-Il, el Presidente Eterno de Corea del Norte. Desde entonces nada parece haber mejorado en esta castigada y atrasada República. Si su sistema político por su carácter absolutista, despótico y corrupto nada sabe de los más mínimos derechos humanos, su locura por poseer armamento nuclear, tiene sumida a una buena parte de su población en la falta de futuro y en la escasez permanente de alimentos.
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