Frente al descontento popular, el presidente ugandés Yoweri Museveni opta por la respuesta fuerte: represión policial, control de los medios de comuicación e intimidación de los opositores. Efectivamente, el encarecimiento del coste de vida y los escándalos por corrupción debilitan el régimen, que ostenta el poder desde hace 25 años. La crisis aviva también las tensiones con las monarquías tradicionales, en particular con el Reino de Buganda, que reivindica derechos sobre la tierra.
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