Bélgica conoce la receta para atraer a los ricos contribuyentes: su código de impuestos exime a los capitalistas de declarar la mayor parte de sus plusvalías y dividendos. Esta disimulación legal, sabiamente sostenida por los poderes públicos, impide tomar plena conciencia de las desigualdades sociales y constituye un freno para la movilización política.
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