Cuando Le Monde le preguntó sobre la retirada, prevista para 2014, de las tropas occidentales de Afganistán, el embajador ruso en Kabul no pudo evitar evocar la experiencia -y los errores- de la Unión Soviética en los años 1980. Pero hace treinta años, la URSS se apoyaba en un movimiento comunista autóctono. Éste, indómito y dividido, precipitó a Moscú a un conflicto mortífero.
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