Ángel Rubín Suárez, Marina Berenguer
El trasplante se ha convertido en el tratamiento de elección de las hepatopatías terminales, con tasas de supervivencia a 5 años en torno al 68-74% en los registros europeos y norteamericanos (, , ). Estos resultados se deben en gran medida al desarrollo de inmunosupresores potentes, fundamentalmente los inhibidores de calcineurina (ICN). Sin embargo, estos inmunosupresores no están exentos de efectos secundarios, destacando su nefrotoxicidad. Además, dos de las indicaciones más frecuentes de trasplante, la cirrosis por virus de la hepatitis C (VHC) y el carcinoma hepatocelular pueden recurrir en el nuevo injerto, y se debate si el administrar una inmunosupresión específica pudiera ser menos perjudicial en estas condiciones. Con el mayor uso de donantes subóptimos y del trasplante de carcinoma hepatocelular (CHC) con criterios expandidos es previsible un aumento de recurrencias agresivas. En esta revisión, intentaremos dilucidar si existe alguna estrategia de inmunosupresión que permita minimizar el riesgo de recurrencia tumoral o de hepatitis C agresivas.
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