Durante el siglo XIX, especialmente en su segunda mitad, se viven en América Latina diferentes procesos que afectan a las condiciones de vida de las mujeres. En primer lugar, a lo largo de todo el siglo, y, coincidiendo con los procesos de independencia, la mujer, especialmente criolla, va a verse investida de un significado simbólico de poderosa fuerza: el de madre de la nación, garante de la educación del nuevo ciudadano y sostén de la felicidad doméstica, que respalda el progreso político. La novela sentimental se encargaría de reforzar este ideal. En segundo lugar, y de forma paralela, coincidiendo con las primeras reivindicaciones feministas en distintos lugares del mundo, y con los procesos progresivos de profesionalización de las mujeres, emerge la figura de la escritora profesional.
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