En octubre de 1997 las costas de Guerrero y Oaxaca fueron declaradas zona de desastre después del paso del huracán Paulina . Acapulco fue la localidad más afectada. Los estragos fueron resultado de la interacción de la dinámica del relieve y de la vulnerabilidad de la sociedad ex ante y ex post del desastre, que puso de manifiesto la carencia de una planeación adecuada, las irregularidades en el uso del suelo y la negligencia de los actores políticos, tanto locales como estatales y federales. Esta situación repercutió en el orden político-electoral del municipio de Acapulco, Guerrero: el desastre, próximo a las elecciones locales, se convirtió en botín de los partidos políticos.
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