Para fines del siglo XVIII y primeros años del siglo XIX la provincia de Sonora gozaba de una tranquilidad que nunca antes había alcanzado. Esta solo había sido posible gracias a la guerra ofensiva que iniciaron los soldados presidiales a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, la cual fue reforzada debido a la aplicación de las ordenanzas de 1772, en las cuales se especificaba que uno de los medios más eficaces para acabar con las hostilidades de los apaches eran la guerra y el buen trato con los vencidos. No obstante de todos los esfuerzos que se realizaron para lograr la paz, esta se vio interrumpida por la guerra de Independencia. Las fuerzas presidiales que habían sido reforzadas para la guerra contra los indios se verían ahora en un nuevo escenario de lucha: la guerra insurgente
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