La ayuda al desarrollo es todavía débil e inadecuada como política de "cohesión social", porque está inscrita dentro de los principios liberales que rigen la economía mundial, tiene un papel subsidiario respecto a la financiación privada y representa una parte muy pequeña de los recursos transferidos en la economía mundial. Además, los Estados no aceptan normas imperativas internacionales que les obliguen a asumir costes comunes para terminar con la pobreza y la desigualdad.
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