La deriva de la guerra civil en Siria ha puesto fin a una década de construcción de relaciones entre Ankara y Damasco. El mayor riesgo para Turquía es que la crisis siria degenere en una guerra entre las potencias regionales a través de actores interpuestos.
Durante la pasada década, las relaciones sirio-turcas experimentaron un avance considerable. La llegada al poder de Bachar el Assad y de Recep Tayyip Erdogan fue determinante para explicar la intensificación de las relaciones entre ambos países. En 2007 entró en vigor un acuerdo de libre comercio. Tres años más tarde, los intercambios comerciales superaban los 2.500 millones de dólares y se habían puesto en marcha numerosos proyectos de cooperación en los ámbitos energético, tecnológico, científico, turístico y agrícola. Todo parecía indicar que Turquía y Siria habían resuelto definitivamente sus diferencias en torno al trazado de las fronteras, la cuestión kurda y la distribución del agua del Éufrates y apostaban, de manera clara, por una alianza estratégica.
Sin embargo, la llegada de la "primavera árabe" obligó a Turquía a posicionarse ante los profundos cambios que vivía el mundo árabe y, por tanto, a replantear su política de "cero problemas con los vecinos". Dicha política, puesta en marcha por el ministro de Asuntos Exteriores, Ahmet Davutoglu, se basaba en la necesidad de equilibrar sus relaciones con el entorno regional y diversificar sus alianzas para conseguir una mayor profundidad estratégica. Su máxima prioridad era reforzar las relaciones con los países de Oriente Próximo, el Cáucaso y el Mediterráneo por medio del fortalecimiento de las actividades políticas, diplomáticas, económicas y culturales.
Si bien es cierto que la victoria electoral de los partidos islamistas en Túnez y Egipto fueron valoradas positivamente por el gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), también lo es que la deriva de Siria hacia la guerra civil supuso un grave contratiempo para Ankara, no solo porque comprometía los avances experimentados en la última década sino también porque representaba una amenaza para la propia estabilidad de Oriente Próximo. El agravamiento de la crisis, con la transformación de la revuelta pacífica en una confrontación armada, representa un reto crucial para Turquía, que comparte una frontera de 910 kilómetros con Siria...
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