Reconocer y desembarazarse de la violencia es difícil. Cuando es simbolizada e interiorizada, es una tarea todavía más difícil. Exactamente es lo que les sucede en el universo intelectual a las mujeres. Un acceso para ellas más bien reciente y que queda sutilmente sometido a la dominación masculina, como lo demuestra el caso de Yvonne Davet, traductora y secretaria de Gide, que logra suicidarse, o el de Taos Amrouche, que se da cuenta de su sujeción y se rebela.
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