El final del Imperio otomano dio paso al nacimiento de Turquía como país, que tuvo que forjarse una nueva identidad que agrupara a las distintas comunidades que habitaban el territorio. La religión cumplió esa función y, así, el islam suní pasó a ser la creencia mayoritaria y el elemento unificador de los ciudadanos turcos. Este proceso dejó de lado las creencias minoritarias que se practicaban en Turquía; entre ellas, la de los alevíes, que profesan un islam distinto al suní y, por ello, conservan tradiciones y costumbres propias.
La convivencia entre la mayoría suní y los alevíes a lo largo de la historia contemporánea ha dado lugar a múltiples y a veces sangrientos desencuentros, que hoy en día el gobierno turco pretende superar. Así, poco a poco, las políticas de tolerancia e integración van consiguiendo que los alevíes no sufran ningún tipo de discriminación. Aun así, la conciencia social debe avanzar para que las medidas políticas y legislativas tengan resultados reales.
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