España está atravesando una profunda depresión económica, con cifras de paro en otras épocas, cuando el Estado de Bienestar no existía, insostenibles social y políticamente. En parte la actual recesión tiene las características de una típica crisis financiera. No de una depresión schumpeteriana. Pero España, además, padece los efectos de un nuevo tipo de globalización vinculado a la difusión de la industrialización en los países ahora llamados emergentes y de las modificaciones que se están operando desde hace varias décadas en las fábricas, cambios a veces técnicos pero otras meramente organizativos. Nos encontraríamos ante las consecuencias de unos procesos iniciados con cambios políticos y técnicos tras la Segunda Guerra Mundial
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