El gobierno de Lula representó la culminación de un proceso de circulación de elites en Brasil: llegó al poder nacional con un conjunto de liderazgos oriundos de los sectores hasta entonces excluidos del acceso directo al gobierno del país. Además, se consolidó una bipolarización partidaria centrista, con el PT a la centro-izquierda y el PSDB al centro, pero atrayendo los sectores sociales más conservadores, privados de una derecha partidaria capaz de representarlos en las disputas del gobierno nacional.
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