Por primera vez en la Justicia europea, argumentos sobre la predisposición genética de un acusado han tenido un efecto atenuante sobre una condena. ¿Hasta qué punto el asesino es dueño de sus actos? ¿Cómo responderá el Estado ante su deber de proteger a los ciudadanos? ¿Será el fin del mundo democrático?
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