Dos años después de su constitución, Unión, Progreso y Democracia ha demostrado ser un gran bluf. Tanto como para que Rosa Díez y su mano derecha, Carlos Martínez Gorriarán, se hayan visto obligados a inflar el censo de militantes de cara al congreso del 20 de noviembre. Las aguas bajan revueltas en el partido desde primavera, pero Epoca ha constatado que el gran disgusto para Díez está por llegar: se llama Fundación Progreso y Democracia
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