El progreso material, registrado en los últimos 200 años, ha determinado el desarrollo de una conciencia del crecimiento material; mas, no se ha producido una cultura de la transformación del interior humano. Por el contrario, este se ha materializado, enajenado y cosificado, produciéndose un retroceso espiritual y un proceso degenerativo que, en los medios de comunicación obtiene un triste espectáculo de sí mismo.
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